desde pequeño tengo la suerte de haber podido crecer cada verano escuchando el mar desde la ventana de mi cuarto.
también he podido pasear a diario frente al mar, ese mismo mar que me ha visto reír, llorar, y pasar horas y horas de madrugada hablando sobre cualquier tema sin sentido mientras el sonido de las olas rompiendo contra las rocas y la brisa en mi cara me hacían un poquito más feliz.
tengo la suerte de desconectar conectando con el mar, deslizándome por sus olas como si de un pájaro al volar se tratase.
y sobre todo, tengo la suerte de que una parte de mí siempre quedará en el mediterráneo.