sigo viéndome reflejado en el niño que paseaba de la mano con el miedo, preguntándose y volviéndose a preguntar qué había de malo en él.
de los llantos y las noches en vela deseando despertar en otra piel, qué mundo cruel.
envidiando a las mariposas, volando libres y bonitas, siguiendo su camino a su voluntad (o a la del viento, pero un viento que te lleva a un destino mejor, no un viento que se convierte en un remolino de mierda y más miedos).
sigo viéndome en ese niño, al que hoy abrazo con cariño.